Ignacio Ramonet/monde-diplomatique.es
Donald Trump, tanto en su
campaña como en el discurso de asunción presidencial, se ha expresado en contra
de la inmigración latina y a favor de la construcción de un muro que divida
Estados Unidos de México. Aquí, Ignacio Ramonet analiza los problemas que estas
murallas reales y simbólicas provocarían.
Es
posible que 2017 sea recordado en la historia como el año de la Gran Muralla.
¿Por qué? Porque Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, está
decidido a edificar una monumental barrera de protección en la frontera con
México para impedir, según él, la “invasión” de los inmigrantes ilegales
venidos del “peligroso Sur”.
Problemas
y contradicciones
Al
mandatario estadounidense alguien debería recordarle lo que la Historia
precisamente enseña: que casi nunca esas ciclópeas fortificaciones detuvieron
nada. ¿No construyeron acaso los chinos, en la Antigüedad, la impresionante
Gran Muralla para detener a los mongoles? ¿No elevó el Imperio Romano, en el
norte de Inglaterra, el colosal Muro de Adriano para rechazar a los bárbaros de
Escocia? Es conocido, en ambos ejemplos históricos, que los gigantescos
vallados fracasaron. Los mongoles pasaron, y también los manchúes, y los
caledonianos... Como seguirán pasando, hacia Estados Unidos, los mexicanos, los
centroamericanos, los caribeños, los musulmanes... En la eterna dialéctica
militar del escudo y la espada, la respuesta a la Gran Muralla de Donald Trump
serán los miles de túneles subterráneos que probablemente los parias de la
tierra ya están perforando...
Pero
es que, además, surge otra contradicción. Por una parte está el anunciado plan
de inversiones de Trump de un “millón de millones de dólares” en obras públicas
para reconstruir, como en un nuevo New Deal, las infraestructuras,
aeropuertos, carreteras, puentes y túneles en todo el país. Lo cual debe
relanzar la actividad económica, el crecimiento y, sobre todo, crear millones
de empleos. Pero, por otra parte, ya hay pleno empleo en Estados Unidos... Bajo
el presidente Barack Obama se crearon doce millones de puestos de trabajo (1).
La paradoja es que, en realidad, hace falta mano de obra... Y faltará todavía
más si Donald Trump expulsa, como prometió, a once millones de trabajadores
inmigrantes ilegales... ¿Quién construirá la Gran Muralla, los puentes, las
carreteras y los túneles?
Otro
problema: las estadísticas oficiales estadounidenses señalan que el índice de
jubilados por trabajadores activos no cesa de aumentar. O sea, como en todas
las sociedades desarrolladas, el número de personas de la tercera edad crece
más rápido que el de jóvenes. Consecuencia: las cinco primeras ocupaciones que
ofrecerán más empleo en la próxima década son las siguientes: ayudantes de
cuidado personal, enfermeros, ayudantes del hogar y auxiliares sanitarios,
trabajadores del sector de la comida rápida y vendedores en comercios al por
menor. Todas actividades duras y mal pagadas, trabajos clásicos de los
inmigrantes. Si se alza la “Gran Muralla” en Estados Unidos, ¿quién los
ejercerá?
Otro
aspecto del problema: las migraciones nunca se realizan por capricho. Son el resultado
de guerras o conflictos, de desastres climáticos (sequías), de la demografía,
de la urbanización acelerada del Sur, de la explotación, de la mutación
económica (disminución del campesinado), de los saltos tecnológicos y de los
choques culturales. Hechos sociológicos que están empujando a la gente de los
países pobres –sobre todo a los más jóvenes– a emigrar en busca de mejor vida.
Hechos que están por encima del control de cualquier político y que un Muro
puede quizás frenar, pero no podrá detener ni desvanecer.
Además,
si Donald Trump está obsesionado con los inmigrantes latinos, que vaya
preparándose para las otras “invasiones” que vienen. África subsahariana, por
ejemplo, contaba en el año 2000 con 45 millones de personas de entre 25 y 29
años, que es la edad en la que más se emigra. Hoy los subsaharianos de esa edad
ya son 75 millones y, en 2030, serán 113 millones... El Banco Africano de
Desarrollo estima que, de los 12 millones de subsaharianos que ingresan cada
año en la fuerza laboral, apenas 3 millones encuentran empleo formal. El resto
–o sea, 9 millones de jóvenes cada año– constituye una reserva cada vez mayor
de migrantes potenciales... En India, cada mes, un millón de jóvenes cumplen 18
años y muchos sueñan con emigrar (2).
El
muro económico
Aunque
la “Gran Muralla” de Donald Trump hay que entenderla también en sentido
metafórico, pues significa, asimismo, una barrera de aranceles para dificultar
el acceso de productos extranjeros al mercado interior: con tasas anunciadas
del 45% sobre las importaciones provenientes de China y del 35% para las de
México... O sea, proteccionismo comercial duro, que fue uno de los ejes centrales
de la campaña electoral. Y que es el verdadero significado de la elección del
nuevo Presidente de Estados Unidos, quien arrancó su primera semana en el poder
con un gesto hacia los votantes de la clase obrera que le ayudaron a ganar el 8
de noviembre pasado y que se sienten perjudicados por las deslocalizaciones
industriales. Trump cumplió su promesa y firmó un decreto para retirar a
Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP,
Trans-Pacific Partnership), un acuerdo con once países de la cuenca del
Pacífico promovido por Barack Obama. También anunció que renegociará el tratado
de libre comercio con México y Canadá (NAFTA) (3).
Todo
ello significa una derrota de la globalización neoliberal, del libremercado y
de las deslocalizaciones. Basta con ver, sobre este tema, el berrinche
interminable y el pataleo permanente contra Donald Trump de todos los
partidarios del ultraliberalismo. Empezando por los grandes medios de
comunicación dominantes, que ahora arremeten sin tregua –cosa inaudita– contra
el propio presidente de Estados Unidos como si de Chávez se tratara. Léase, por
ejemplo, en España, el incontrolable furor anti-Trump del neoliberalísimo
diario El País.
En
este año en el que se celebra el centenario de la revolución bolchevique de
octubre de 1917, el “sacudón” que Donald Trump está imprimiendo en los asuntos
internos estadounidenses y en la geopolítica internacional no deja, pues, de
estremecer al mundo. En algunas cosas para bien, en muchas otras para mal.
2. Todas las estadísticas provienen del semanario The
Economist, número especial “The World in 2017”, Londres, diciembre de 2016.
3. El NAFTA, que une Canadá, Estados Unidos y México
en una sola área comercial, se aprobó en 1994 siendo presidente de Estados
Unidos el demócrata Bill Clinton, esposo de Hillary Clinton. Donald Trump ha
afirmado que no se retirará del acuerdo, por ahora, sino que quiere
renegociarlo.
El
autor es director de Le Monde diplomatique, edición española.
©
Le Monde diplomatique, edición española
Fuente: http://www.eldiplo.org/212-la-des-integracion-de-america-latina/el-ano-de-la-gran-muralla
Fuente: http://www.eldiplo.org/212-la-des-integracion-de-america-latina/el-ano-de-la-gran-muralla
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